Cómo tratar y prevenir el dolor lumbar: la afección crónica que aqueja al 32% de los chilenos


El dolor crónico -como el dolor lumbar- afecta a más de cinco millones de personas en Chile —el 32% de la población—, y se define como aquel que persiste por más de tres meses, con consecuencias amplias, como disminución de la calidad de vida, impacto emocional y psicológico, pérdida de productividad, entre otras.
Puede presentarse en distintas partes del cuerpo, siendo las más frecuentes, la espalda, los hombros y las rodillas. “Son patologías que afectan tanto a deportistas como a personas mayores o con hábitos sedentarios, y no siempre requieren cirugía”, indica la doctora Begoña Zubieta, médico del deporte de la Clínica de Recuperación de Lesiones (CRL).
Dolor lumbar: una de las principales causas de discapacidad
Según el estudio Global Burden of Disease del 2021, el dolor lumbar es una de las causas más comunes de discapacidad a nivel mundial y se estima que para 2050 habrá más 800 millones de personas viviendo con este dolor.
En Chile, estudios recientes revelan que cerca del 70% de la población ha sufrido dolor lumbar en algún momento de su vida, siendo el lumbago y la ciática dos de las causas de consulta médica más usuales. Sin embargo, como dolor crónico, más de 5 millones son los que lo sufren.
El lumbago se caracteriza por un dolor localizado en la zona lumbar, generalmente asociado a discopatías o contracturas musculares. En cambio, la ciática se produce por una irritación del nervio ciático, lo que provoca un dolor que puede irradiarse hacia una o ambas piernas.
¿Por qué se produce el dolor lumbar?
El origen del dolor lumbar suele ser multifactorial. Entre los principales factores se encuentran los ocupacionales (como el levantamiento de peso o estar mucho tiempo sentado), biomecánicos (mala postura, debilidad muscular), individuales (edad avanzada, antecedentes personales y familiares), de estilo de vida (sedentarismo, tabaquismo, mala calidad del sueño) y psicosociales (estrés, depresión, ansiedad).
“La prevención del dolor lumbar también debe abordar todos estos factores. Lo que tiene mayor impacto es el cambio de estilo de vida, en especial la incorporación de actividad física regular enfocada en el fortalecimiento muscular general, señala Zubieta.
“Una espalda fuerte y estable puede resistir mejor las exigencias del día a día sin generar dolor ni limitaciones funcionales”, dice la profesional.
Alternativas de tratamiento
“Hoy contamos con herramientas innovadoras para tratar lesiones musculoesqueléticas sin necesidad de una intervención quirúrgica, siempre y cuando se actúe a tiempo y con un enfoque integral”, señala la médico.
Dependiendo de la causa, existen diversas alternativas terapéuticas. El pilar fundamental es la kinesioterapia, con énfasis en la estabilidad y fortalecimiento de la región lumbopélvica, además de la corrección de los patrones de movimiento de la columna.
A ello se suma la fisioterapia invasiva, que incluye técnicas como la electrólisis percutánea —para tratar tendinopatías y daños crónicos en tejidos blandos— y la neuromodulación percutánea, útil para el manejo del dolor neuropático, como el originado por hernias lumbares.
También se utilizan diferentes tipos de infiltraciones, según los objetivos terapéuticos: desde corticoides por su efecto antiinflamatorio, hasta opciones regenerativas como el plasma rico en plaquetas (PRP), ozonoterapia y ácido hialurónico, con beneficios condroprotectores.
“El objetivo es aliviar el dolor, reducir la inflamación y facilitar una rehabilitación que permita retomar la vida cotidiana y deportiva con seguridad”, asegura la especialista.
Recomendaciones para evitar el dolor de espalda
Otro foco principal es la prevención de futuras lesiones para evitar el dolor de la espalda. Para ello, se recomienda mantener una buena condición física general, fortalecer los grupos musculares implicados, y evitar el sobreesfuerzo y la vida sedentaria.
También es clave realizar pausas activas en el trabajo y utilizar equipamiento ergonómico en labores repetitivas.
“La recuperación no termina cuando desaparece el dolor. Un seguimiento profesional, cambios en el estilo de vida y la incorporación de actividad física supervisada son fundamentales para evitar recaídas”, concluye Zubieta.